1.6.06

Mentir emocionadamente en Auschwitz


El jerarca católico Benedicto XVI en su visita a Auschwitz hablo del silencio de D’os ante la Shoá pero no nos dijo nada de lo que él sí puede hablar y sabe hablar: El silencio de la Iglesia católica ante el Holocausto y la colaboración de su antecesor Pio XII con el nazi-fascismo europeo. Un discurso pobre y triste que intenta cargar las responsabilidades del pueblo alemán de los años 30 y 40 a un grupo de “fanáticos nazis” y al silencio de D’os. El silencio de la iglesia católica y del pueblo alemán ante el exterminio sistemático, las leyes antisemitas y los abusos son parte del nuevo silencio sonoro de las palabras de Ratzinger. Una visista al campo de la muerte de Auschwitz-Birkenau por más cargada de emoción que esté no le exime de sus silencios, y por su propia dignidad debería haber dicho más. El gran rabino de Roma, Riccardo di Segni, considera que se perdió una oportunidad. La visita del jerarca católico alemán al corazón de la industria de la muerte de los judíos constituyó un momento histórico, pautado por un discurso a veces fuerte y emocionante pero vacío de verdad. «Fue un gran discurso de principio a fin, pero problemático en su contenido», dijo el rabino Di Segni. Benedicto XVI utilizó simbólicamente el término «Shoá», palabra hebrea para el Holocausto, pero la vació de contenido en un acto inconsciente de perversión. Benedicto XVI en su visión de las causas del Holocausto atribuye la responsabilidad de los crímenes nazis «a un grupo de criminales» que utilizó al pueblo alemán «como un instrumento de su sed de destrucción y de poder» y en el cual la Iglesia Católica no tiene responsabildiad. El pueblo alemán por arte de magia de la Iglesia Católica se convierte en víctima de los nazis al mismo nivel que el pueblo judío, cuando se sabe perfectamente que el apoyo del pueblo alemán a la leyes antisemitas fue la grasa de la maquinaria de exterminio, ante el silencio de Europa y la aquiescencia de la Iglesia católica. La Shoá no fue únicamente la obra de Hitler y de sus acólitos. Su análisis corre el riesgo de reducir la responsabilidad del pueblo alemán, de todos aquellos que actuaron en nombre de una ideología antisemita, de unas Iglesias que le dieron su afirmación y de una Europa que calló ante tales atrocidades.
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