29.11.05

Ser o tener

Ser o tener. El gran dilema. ¿Me dedico a mi enriquecimiento interior o a mi enriquecimiento material? ¿Nos valoran por lo que somos o por lo que tenemos?
Una vez, un famoso rabino que vivía muy modestamente, recibió en su casa la visita de una de las personas más acaudaladas de Europa, que se encontraba de paso por esa ciudad. El rabino era todo un erudito y tanto renombre tenía su sabiduría, que el millonario no quiso desaprovechar la oportunidad de conocerlo. Al ingresar en la casa del rabino, fue muy grande su sorpresa al encontrarse con una pequeña habitación, un tanto oscura y con pocos muebles. Luego de conversar con el rabino, y deleitarse con su sabiduría, no pudo dejar de preguntarle al rabino: - Rabino, es usted uno de los eruditos más grande de nuestra época, ¿por qué vive de una manera tan precaria? ¿por qué no se muda a una casa más grande, más linda, más acorde a lo que usted se merece?. El rabino prefirió evitar la respuesta en ese momento, y prometió responderle en un próximo encuentro, esta vez en la habitación del hotel donde se alojaba el acaudalado visitante.
A los pocos días, el ilustre rabino se presenta en el hotel y el rico lo invita a pasar a su habitación. Aquella habitación, como todas las de aquella época en esa pequeña ciudad, era una pequeña habitación con una cama y un armario, sin baño privado. El rabino frunció el ceño y asombrado le pregunta al millonario: - Dígame buen hombre, ¿cómo una persona como usted puede vivir en un lugar tan precario como este? Usted se queja de mí, pero yo además de cama y armario tengo mesa y sillas, además tengo baño privado.... La respuesta de aquel importante hombre no se hizo esperar: - Rabino, me extraña su pregunta, usted bien sabe que me encuentro de paso por este sitio, no me molesta hospedarme en una habitación así en mi corta estadía por aquí. El rabino sonrió y le contesto: - Yo sabía que una persona inteligente como usted iba a estar de acuerdo conmigo. Yo pienso exactamente como usted, es por eso que vivo donde vivo. Yo también estoy de paso por este mundo que es sólo un pasillo hacia el verdadero mundo. Es por eso que no quiero dedicar todas mis fuerzas y mi dinero en un lugar que estoy de paso.
Después de un tiempo, el rabino se encontraba de visita en la ciudad donde vivía aquel acaudalado hombre quien gustosamente lo invitó a conocer su casa. Al ingresar al magnífico palacio, el rabino se detuvo a observar las grandes obras de arte, y los exquisitos detalles decorativos tan costosos, pero repentinamente, se tornó hacia su anfitrión y se quedó mirándolo fijo, como si nada existiera a su alrededor. El millonario lo observó y le dijo: - ¿Qué pasa rabino, hay algo que no le gusta? ¿Acaso usted no me enseñó que no es importante todo esto, que estamos de paso por la vida? El rabino le contestó: - sigo opinando lo mismo, no cambié mi punto de vista, sólo que al entrar a tu mansión, fue tanta las cosas bonitas para observar que dejé de prestarte atención a ti, a lo que tú eres y me dediqué a prestarle atención a lo que tú tienes. Cuando me di cuenta percibí que debe ser muy triste que tú invites a alguien y el huésped en lugar de dedicarse a ti se dedique a lo que tú tienes. Por eso interrumpí esa tonta postura y me dediqué a ti como si nada existiera. Pero cuando la gente viene a visitarme a mi humilde casa no tengo duda de que lo hacen porque es a mí a quien valoran. En mi casa no hay lo que ver, pero cuando vienen a visitarte a ti a tu palacio, ¿es a ti a quien realmente visitan? ¿Es a ti a quien desean ver o a tus posesiones?
El ser humano no trasciende en la vida por el rango al que llegó en su paso por el mundo. El hombre no se realiza como tal por acaudalar más riquezas o nobleza. Debemos dedicar tiempo y esfuerzo a nuestro enriquecimiento intelectual, a nuestro crecimiento espiritual, pues eso es lo que realmente queda.
Así como el cuerpito de un bebé es pequeño y precisa cuidados y alimento, el alma al venir al mundo es pequeña y precisa cuidado y alimentación. Al bebé se lo alimenta con leche, luego puré y luego carnes, pero al alma no se la alimenta con hamburguesa ni con papas fritas. Si al bebé no lo alimentamos, no crecerá, se enfermará y morirá. Análogamente, si no alimentamos al alma, ella no crece, no se desarrolla, se enferma y muere. ¿Cómo alimentamos al alma? El alma se alimenta con las Mitzvot, (preceptos). Al cumplirlas no sólo la alimentamos y la hacemos crecer, sino que logramos trascender en la vida. El alma es lo que queda cuando el cuerpo se va. Pero si nunca nos dedicamos al cuidado o nutrición de nuestra alma, entonces mucho antes de que el cuerpo muera, el alma que estaba dentro de él ya habrá muerto. El alma no es un ente que vive incondicionalmente. El alma también fenece, desaparece. Por eso debemos cuidarla, dedicarle tiempo, no todo el tiempo de nuestras vidas... pero aunque sea un poco...
Es mejor vivir de una manera más sencilla materialmente, reduciendo un poco los lujos, para poder dedicar más tiempo a lo espiritual. Por lo tanto dispongamos de un momento diariamente para nuestra alma, preocupémonos por crecer día a día, asistiendo a algún curso de judaísmo, media hora por día. Disminuyamos un poco nuestra dedicación a lo material y llenemos nuestra alma de contenido, así como dice el famoso dicho: “No hay pobre más pobre que el pobre en sabiduría y conocimiento”.
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