25.11.05

Sobre el temor al éxito

Para evitar este miedo, y todos los miedos que nos asaltan en la vida, es preciso identificar sus causas; y una de las principales, es la falta de solidez en los propósitos.
Maimónides explica cómo Abraham conoció a Hashem: a través del análisis, la reflexión y la conclusión palpable que Él es la causa de todo. Cuando construimos una casa, levantamos los cimientos al principio. Siempre las bases son las que soportan un determinado tipo de edificación: por ejemplo, si es que construimos inicialmente una propiedad de dos plantas. Si, luego de levantar esos cimientos, decidimos cambiar los planos y hacer un edificio de veinte pisos, esas mismas bases ya no nos servirán. De la misma manera, el éxito en nuestra vida necesita de una base sólida (un buen propósito). Si nuestro propósito no es sólido (es decir, si los "cimientos" no van a resistir), un eventual éxito obtenido, al poco tiempo se desmoronará. Cuando el trabajo es pensado y planificado las bases serán sólidas. A eso se refirieron los Sabios con: "Sof Maase Bemajshabá tejilá", quien quiere tener éxito, deberá planificar sus actos anticipadamente con conciencia y criterio.
El éxito a veces nos da temor cuando lo construimos sobre los cimientos equivocados, y como escribimos anteriormente, cargamos un peso que las bases no pueden tolerar. Por ejemplo, aquel éxito que se quiere alcanzar para demostrar algo a alguien. Frases como: "Ya verán mis padres lo que soy capaz de hacer"; "Les daré una lección a todos los que decían que nunca lograría nada"; "Una vez que sea exitoso, no necesitaré nada de nadie", etc. Otros aspiran al éxito para cumplir expectativas ajenas (padres, jefes, amigos, etc.), o para competir con otros. Cuando el propósito es ganar la aprobación, el reconocimiento, o la aceptación de los demás, nos estamos apoyando en una base demasiado débil. Di-s le dijo a Abraham: "Lej Lejá"… ve hacia ti (o para ti); muchos son lo que anhelan los viajes al más allá, mientras que pocos son los que conocen el más acá, léase: su propio interior. Aquel que mire hacia adentro, seguramente tendrá muchas probabilidades de construir legítimamente los cimientos del éxito en la vida.
Asimismo, solemos perseguir a cualquier precio el éxito pensando que éste nos da un mayor poder. Es más, asociamos el hecho de tener éxito con ser más inteligentes, habilidosos, o capaces que los demás. O, peor aún, buscamos fervientemente el triunfo como una pretensión para reivindicarnos en la vida: "Ahora que soy un hombre exitoso en la vida, podré borrar mis errores". La realidad nos indica que el éxito no borra absolutamente nada, sólo el perdón lo puede lograr (el nuestro y el de los demás). El concepto de Am Segulá (pueblo elegido) nos demuestra que la posición de ser elegido nos ubica en un lugar de mayor obligación y más responsabilidad con respecto a nosotros y al mundo. En síntesis, el éxito no logra ninguna de esas cosas que por momentos pensamos que nos va a proveer: ni nos transforma en seres más inteligentes, tampoco nos valida ante los demás, ni menos aún nos reivindica.
Páginas enteras ha dedicado el Rabí Dessler para advertir sobre la gravedad del culto a lo superficial y a lo exterior (Jitzoniut). Él escribe que asociar el éxito a motivaciones externas, nos vuelve temibles; nos crea dependencia. A su vez, el éxito se vuelve pesado, porque se convierte en un fin, cuando deberíamos utilizarlo en realidad como un medio. Entonces, de acuerdo a como venimos desarrollando el tema, al ser débiles, las bases que sostienen el éxito, nos inducen en forma natural a sentir miedo.
Para que el éxito no pese ni asuste debemos apoyarlo sobre bases sólidas. Éstas, sólo pueden construirse con firmes creencias y motivaciones que nacen de nuestro interior. Ese es el legado que nos deja nuestro patriarca Abraham. Bases sólidas aseguran un crecimiento permanente. Usando el lenguaje de nuestros Sabios, podemos decir: "Ahabá Teluiá Badabar, Batel Dabar, Betelá Ahabá" el amor que depende de un factor externo; cuando ese factor desaparezca, desaparecerá también el amor. El amor en esencia, un amor que es interno y genuino, es autosuficiente y nos conduce a una relación duradera y exitosa; un amor a prueba de 'pruebas'.
Finalizamos con una máxima del Rab Wolbe: "Festeja en tu proceso espiritual aún los logros que son pequeños, ya que si bien es muy deseable por la gran mayoría de las personas, el éxito no es algo sencillo, ni algo liviano. El éxito en la vida es algo que exige mucha reflexión y planificación".
Lo fundamental para superar nuestras inseguridades, es saber quiénes somos, qué queremos realmente y qué somos capaces de lograr. (Otra vez volvemos al comienzo de 'La senda de los Justos' del Rabí Luzzato, es increíble…) ¿Ahora se entiende por qué sólo los grandes lo logran (el éxito)? Que Di-s nos ilumine para que podamos solidificar día a día nuestros principios, con conciencia y con mucho criterio; y especialmente que nos permita conocernos en profundidad. ¡Aspiremos a ser grandes de verdad!
(Ariel)