16.7.06

La culpa de Israel

















Sobre Israel no se informa, se hace propaganda, se consolidan prejuicios, se rompen todos los códigos deontológicos que rigen en otras noticias complejas. La rapidez con qué, delante de un hecho luctuoso, se criminaliza siempre Israel, nos da la medida de la desmesura y, sobre todo, nos informa de la distorsión que sufre el conflicto.

por Pilar Rahola

He acumulado noticias, críticas y análisis indignados antes de confeccionar este artículo. No quería escribir con el automatismo que comporta el conocimiento preciso del problema, la motivación que el conflicto me crea y, sobre todo, la convicción que este es un tema satanizado, tratado con un maniqueísmo que ningún otro sufre.
Sobre Israel no se informa, se hace propaganda, se consolidan prejuicios, se rompen todos los códigos deontológicos que rigen en otras noticias complejas. La rapidez con qué, delante de un hecho luctuoso, se criminaliza siempre Israel, nos da la medida de la desmesura y, sobre todo, nos informa de la distorsión que sufre el conflicto.
Vamos por partes. Ciertamente estos días no nos llegan buenas noticias de la zona. A raíz del secuestro de un joven soldado, y de el asesinato de un joven colono, el ejército israelí está ejerciendo una presión militar que ha sometido la población palestina a una situación altamente insostenible. Algunos de los reportajes sobre el estrés que sufren los niños y sobre el miedo con qué vive la población civil son pertinentes y, sin duda, ciertos. Aun así, ¿hay una sola cara de la noticia? ¿Se ayuda a solucionar el conflicto enseñando una sola faceta del problema? ¿Es moral, ético y profesional depositar el peso de la culpa en uno de los pueblos exclusivamente, y levantar la otra a la categoría de víctima universal? Como que soy de las que creen que la verdad es un espejo roto - Rodoreda (1), in memoriam-, y que Israel tiene muchos de los pedazos, creo también que estamos mintiendo deliberadamente o inconscientemente, y que la mentira sólo ayuda a perpetuar la desgracia. Por decirlo más claro: muchos de los que creen solidarizarse con Palestina criminalizando Israel lo único que consiguen es alejar la paz, quemar los puentes de salida y, sobre todo, alimentar el victimismo perverso de los sectores integristas. La bondad palestina no sólo es una falacia: es, sobre todo, una trampa mortal.
Vamos a la contingencia actual, acercándonos con rigor y no con el saco de los prejuicios bien lleno. Primero, participo de la crítica a algunas de las actuaciones del gobierno Olmert. Aun cuando puedo entender la presión social que está sufriendo a raíz del secuestro del joven Ghilad Shalit, no creo que usar aviones sónicos nocturnos para asustar la población sirva de nada más que de pura propaganda. Y algunos gestos de prepotencia militar serían perfectamente evitables. Aun así, si esta fuese la denuncia periodística, pero estuviera acompañada de un análisis crítico de lo que hacen los palestinos, tendría poca cosa a añadir.
El problema es que la noticia llega siempre con una sola cara, y así los palestinos resultan víctimas vírgenes de culpa, sometidos a la locura de unos malvados israelíes. Como si el Tzahal, un ejército fundamentalmente formado por jóvenes universitarios israelíes, fuese algo así como una brigada sádica dedicada a matar civiles. Así se narran las noticias. La realidad, pero, es otra y tiene datos muy precisos. Desde que Israel abandonó Gaza e hizo uno de los gestos unilaterales a favor de la paz más serios de los últimos tiempos, la cantidad de misiles Kasam (ayer en una escuela de Ashkelon) que han caído en territorio israelí han sido centenares. Y ahora caen desde más cerca. No hay noche que no caigan misiles, del mismo modo que no hay día que las televisiones palestinas no alimenten el odio contra los judíos y hagan proclamas de exterminio. La organización que gobierna Palestina, Hamás, es responsable de centenares de asesinatos, y lejos de cambiar de posición, continúa alimentando un odio masivo que sólo puede conducir a la fabricación de suicidas. No hay ningún gesto, ni económico, ni cultural, ni político, que prepare Palestina para la paz, muy al contrario: todos los esfuerzos se dedican a prepararlo para la guerra eterna. En esta situación de violencia, que ha culminado con el asesinato del joven de 18 años Eliahu Asheri, y con el secuestro del soldado de 19 años, Israel tiene derecho, como mínimo, a sentirse profundamente fatigada. ¿Hay interlocutores palestinos para la paz? Osaría decir que Mahmoud Abbas lo es, pero, ¿quien le hace caso? Lo que fundamentalmente existe son interlocutores para la guerra. Frente a este panorama, no resulta tan extraño que Israel mantenga abiertas las negociaciones, pero active sus defensas militares. Por mucho que en Europa entonemos melodías de buenas intenciones, son a ellos a quienes amenazan y a quienes matan. ¿Les podemos negar, con tanta alegría como lo hacemos, el derecho a la defensa?