Simjat-Torá
Esta semana celebramos la cuarta fiesta y la final dentro del mes de Tishre. Concluimos el mes sagrado de Tishre junto con la lectura anual de la Torá (los cinco primeros libros de la Biblia hebrea). La última que estudiamos en un Shabbat se llama Ha'Azinu (Deuteronomio 32:1-52), haciéndola, la sección semanal final dentro del ciclo anual. Este fin de semana como una parte de Simjat-Torá, también leemos la parashá final del Libro, que se llama V'Zot ha'Brajá (Deuteronomio 33:1-34:12)
Aunque no es la costumbre analizar las dos secciones semanales juntas, si las leemos con cuidado vemos la relación filosófica entre las dos. En la llamada Ha'Azinu (¡Escuchad!) leemos de las palabras finales de Moisés al pueblo. Entrega sus últimas palabras al pueblo no en forma la de una ponencia sino en una forma poética. En el poema Moisés advierte a la nación de la importancia de quedarse en el camino correcto. Otra vez, leemos la posición de Moisés que Israel debe ser una nación construida en lo ético. Si vive así su destino será la prosperidad y él avisa que el pueblo sufrirá consecuencias negativas si se desvia de este camino. Moisés es el extranjera prototipito. Nació como extranjero, pasaba su vida como extranjero y ahora morirá como en lo extranjero.
El tema de las bendiciones y el sentido del "otro" se encuentra también en la sección final de la Torá. La parashá final de la Torá, V'Zot Ha'Brajá (significado: "y ésta es (será) la bendición") nos presenta algunos de los recuerdos finales e ideas de Moisés. Entregó este discurso final mientras Israel miraba el Emek Yarden (el valle del Río Jordán) y veía por la primera vez la tierra que sería su patrimonio nacional. Moisés subió al monte Nebo y falleció bienaventurado con todos sus poderes (facultades). Con su fallecimiento Israel había acabado su estadía en lo extranjero y ahora estaba listo para comenzar un nuevo capítulo en su historia, capítulos llenos con nuevos líderes que tendrían que enfrentar nuevos desafíos.
El texto nos dice poco sobre la muerte de Moisés, pero hay muchos comentarios rábinicos lindos que nos hablan sobre ella. Un comentario nos proviene de rabino español Yom Tov ibn Asevilli (Toledo, vivió en los fines de siglo XII y comienzos del siglo XIV). En la literatura hebrea es conocido por su sigla “Ritva”. El rabino postuló que en el momento de la subida final de Moisés al Monte Nebo, Moisés aún no había terminado la Torá. Teoriza que allá, solo, en el cumbre de la montaña que se iba a ser su sepulcro, Moisés lloró. Según ibn Asevilli las lágrimas cayeron en los rollos de la Torá y D'os usó estas lágrimas para escribir los ocho últimos versículos del texto (¿quizás usaba en tinta invisible?). Después de la muerte de Moisés, Josué trazó las marcas dejadas por las lágrimas con tinta y terminó por Moisés la Torá y su trabajo para la liberación de Israel.
La aseveración del rabino español nos enseña mucho sobre la parashá y esta fiesta. Simjat Torá y la parashá nos enseñan que todo llega a su fin. Solamente D'os está fuera del dominio de tiempo. El rabino, entonces, nos enseña que nadie controla el tiempo. No es la muerte que debe preocuparnos sino los planes que hacemos para el futuro y la calidad de los pensamientos que dejamos a las generaciones que han de nacer. Moisés se dio cuenta que necesitaba que el pueblo le prestara atención y por fin comprendió que él necesitaba escucharse.
Las secciones semanales finales y la fiesta de Simjat-Torá nos enseñan que todos debemos vivir dentro de nuestro propio tiempo, no podemos vivir la vida ajena. Por eso, quizá la bendición mayor es saber salir del escenario de la vida con la dignidad y con la gracia. La lección final de Moisés pudiera ser que aunque nunca es fácil enfrentar la muerte, la muerte puede ser también un momento para el renacimiento. Una generación debe irse para que otra entre, el liderazgo viejo debe abrir paso para el nuevo. ¿Nos enseña Moisés que la verdad no es en lo que veamos sino en lo que oigamos? ¿Hasta que punto oímos el mundo que nos rodea y lo que nuestra alma nos dice?
Quizás la bendición mayor que D'os dio a Moisés es que Moisés nunca tuvo que conocer el trauma de gobernar o tratar con lo cotidiano. Moisés se quedó visionario e idealista, teórico que representó la pureza del desierto. ¿Qué bendición mejor podía darle D'os? Así este fin de semana terminamos el ciclo anual de la lectura de la Torá y enseguida la comenzamos otra vez con un sentido de renacimiento y con la esperanza.
Feliz Simjat Torá
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