27.7.09

“Europa murió en Auschwitz”

Sebastián Vivar RodríguezPeriodista español cristiano, en Barcelona (España) Premio Internacional de Literatura.

Caminaba por la Rambla del Raval (Barcelona) y lo vi claro:
Europa murió en Auschwitz. Nosotros asesinamos a 6 millones de judíos, para acabar importando 20 millones de musulmanes por lo común integristas. ¿Qué no es posible generalizar?
Bien, en vista de cómo nos han ido las cosas yo creo que si se puede generalizar. Que si hay excepciones? De acuerdo… pero son excepciones.
Para el resto, es decir, en general debe decirse que en Auschwitz quemamos la cultura, la inteligencia y la capacidad de crear riqueza; quemamos al pueblo del mundo, el que se autoproclama el elegido de Dios. Porque es el pueblo que ha proporcionado a la Humanidad las mayores mentes capaces de cambiar el rumbo de la historia (Cristo, Marx, Eintein, Freud), y grandes momentos de progreso y bienestar!!. Y es preciso decir también que el resultado de relajar fronteras y del relativismo cultural y de valores bajo el absurdo pretexto de la tolerancia han sido estos 20 millones de musulmanes, a menudo analfabetos y fanáticos que Europa ha dejado entrar y que en el mejor de los supuestos están, como decía, en esta Rambla del Raval, expresión máximo del tercer mundo y del gueto y que en el peor de los casos preparan atentados como el de Manhattan o el de Madrid, en los pisos de protección oficial que les proporcionamos día a día. Hemos cambiado a la cultura por el fanatismo, a la capacidad de crear riqueza por la voluntad de destruirla, a la inteligencia por la superstición.
Hemos cambiado el instinto de superación de los judíos, que ni en las peores condiciones imaginables no se han cansado nunca de querer un mundo mejor en paz, por la pulsión suicida de Leganés. Los diamantes como riqueza portátil para la próxima vez que deban huir, por las piedras palestinas contra cualquier intento de paz.
Hemos cambiado el orgullo de sobrevivir, por la obsesión fanática por morir, y de paso matarnos a nosotros y a nuestros hijos.
¡Qué error hemos cometido!