20.1.06

Perashá de la semana: Shemot

(Segundo libro de la Tora: Shemot/Exodo 1:1 a 6:1)

1- RESUMEN DE LA PERASHA
En este segundo libro de la Torá, Shemot, los descendientes de Iaakov se han multiplicado en Egipto y han llegado a formar una nación. El nuevo Faraón, temiendo que los israelitas se unan a los pueblos enemigos y lo derroquen, los somete a una cruel esclavitud. Milagrosamente la tasa de natalidad de los hijos de Israel aumenta, por lo que el Faraón ordena a las parteras hebreas que den muerte al nacer a todo niño varón, pero éstas desobedecen la orden.
Iojeved, una madre judía de dos niños, Miriam y Aharón, da a luz a otro bebé y lo oculta por tres meses; pero ante el temor de ser descubierta, lo coloca en una canasta sobre el río Nilo. La hija del Faraón, que sale a bañarse al río, lo encuentra y, advirtiendo que se trata de un niño hebreo, siente compasión, lo toma y lo adopta como hijo. En tanto Miriam, que había estado oculta observando la escena, se ofrece para encontrarle una nodriza y llama para tal fin a su propia madre, Iojeved, quien lo amamanta. El niño es llevado al palacio real donde recibe de la princesa egipcia el nombre de Moshé, que significa "sacado de las aguas".
Moshé crece y ya muchacho, observa cierto día que un capataz egipcio golpea salvajemente a un hebreo. Raudamente salva a la víctima y mata al agresor enterrándolo en la arena. Moshé se da cuenta de que su acción se hizo pública y es condenado a muerte por el Faraón. Escapa de Egipto hacia Midian. Alli se casa con Tzipora, hija de Itró, con quien tiene dos hijos, Guershom y Eliezer. En tanto en Egipto el Faraón ha fallecido y su sucesor oprime a los hijos de Israel con más rigor aún, por lo que el pueblo esclavizado clama a Di-s por ayuda.
En Jorev, mientras cuida su rebaño de ovejas, Moshé ve una zarza que arde pero que no se consume. Hashem le habla desde la zarza encomendándole sacar al pueblo judío de Egipto y conducirlo a la Tierra de Israel, prometida a sus ancestros. Ante su temor de que el pueblo dude de su condición de enviado Divino, Hashem lo instruye para realizar tres milagros que le darán autoridad ante todos. Moshé dice que no es un buen orador y Hashem le contesta que su hermano Aharón será su vocero. Moshé se reúne con su hermano en Jorev relatándole todo lo ocurrido. Luego se dirigen a Egipto y allí comunican a los ancianos sabios de Israel las palabras Divinas. Moshé y Aharón se presentan ante el Faraón y le solicitan que permita a los israelitas salir al desierto para presentar ofrendas al Señor. El Faraón responde con decretos más duros aún, ordenando que los hebreos produzcan la misma cantidad de ladrillos que antes pero consiguiendo ellos la materia prima. Hashem asegura a Moshé que forzará al Faraón a dejar ir a los judíos.

2- LA REDENCIÓN IDEAL
El libro que comenzamos esta semana, Shemot, comienza con la historia del Éxodo, presentando a Moshé con sus cualidades únicas que lo hacen merecedor de liderar la redención.
D'os le dice a Moshé que vaya al Faraón y demande la libertad de su pueblo, pero Moshé se muestra vacilante por dos razones: duda de si su talla, su importancia, son lo suficientemente grandes para presentarse ante el Faraón y, luego también, duda de la posibilidad de que el pueblo sea realmente redimido.
La reacción de Moshé es perturbadora. Uno puede comprender su aprehensión acerca de enfrentar al Faraón, según dice el Midrash, porque él se había escapado de la casa real después de abatir al egipcio. Pero ¿cómo puede Moshé dudar de la redención en sí? ¿Cómo puede cuestionar los deseos de D'os?
Nuestros Sabios enseñan que hay dos tipos de redención. La forma ideal de redención no es escaparse de circunstancias adversas, sino simplemente una progresión hacia circunstancias más elevadas y grandiosas. Incluso en un exilio que no sea oscuro ni represivo, la redención sigue siendo la meta deseada. La otra forma de redención es aquella que es impulsada por circunstancias duras. Debido a la dureza de la situación y del entorno, la redención se transforma en la meta deseada.
La distinción entre ambas es esencial para una clara apreciación de que lo que la redención nos ofrece. Cuando las condiciones en la Diáspora son tales que la vida es buena y todas nuestras necesidades se ven satisfechas, que nada nos falta, muchos no están dispuestos a luchar por una más grandiosa redención espiritual. Cuando enfrentan dificultades, detienen todo y permanecen satisfechos con su situación presente. Es el caso de individuos que viven en países con abundancia material.
Pero el individuo que intuye y siente una redención más profunda, desea esa meta ideal. No importa cuán cómodas y agradables sean sus circunstancias, no importan los obstáculos, nada lo detendrá de alcanzar su meta.
No hay ninguna duda de que Moshé quería la redención para el pueblo judío, pero él deseaba que ellos abandonaran Egipto bajo circunstancias ideales. Sabía que si salían con la actitud de que estaban escapando de la persecución, enfrentarían más tarde dificultades. Y, efectivamente, sus quejas los condujeron a la construcción del becerro de oro.
Moshé buscaba evitar esto posponiendo la redención hasta que el pueblo judío estuviese preparado para salir con un estado mental que los llevaría con dignidad a entrar en Eretz Israel.
Pero Hashem no consintió. Le dice a Moshé que Él sufre junto con Su nación y en tanto que ellos no reconocen la magnitud de su sufrimiento, D'os sí lo siente. Por lo tanto Él quiere que sean sacados de Egipto, bajo circunstancias menos que... perfectas, aun cuando los lleve a tener problemas a lo largo del camino. Son juzgados por su situación presente, no por su futuro comportamiento.
Viviendo en un mundo y en una sociedad como la nuestra, a veces olvidamos nuestras metas supremas. Quiera D'os que seamos concientes de quiénes somos y de quiénes debiéramos ser. Que las circunstancias favorables de nuestro entorno, tal vez con excesiva abundancia material, no nuble nuestra percepción.
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