Orgulloso de ser Israelí
El desenlace del drama de Jericó nos ha brindado la ocasión de sentirnos complacidos. La larga mano de Israel llega a todos quienes osan atacarle. Una advertencia a los futuros dirigentes de la Autoridad Palestina. No siempre ocurre; de hecho, rara vez sucede. Pero hoy podemos estar satisfechos. Leer la prensa hebrea resulta ser una tarea agradable. Complaciente. El placer del judío convertido en israelí, que se dice: ¡Bien hecho! El aplauso casi unánime que se evidencia por doquier. Ese conocimiento que los asesinos antisemitas no tienen impunidad: de uno u otro modo, la larga mano de Israel los alcanzará. El hecho que hoy hay alguien que vela por quienes durante tantos años fueron discriminados, humillados y pisoteados, y hasta asesinados sin que nadie se atreviera a decir nada. Al fin y al cabo, si solamente son judíos… Bien, resulta que ahora también son israelíes, y el cariz de las cosas ha cambiado tanto. Ahora ponen la cara, y dicen sin reticencia lo que les parece. Se me ha de perdonar esas consideraciones tan personales, de alguien que vio sufrir a su familia por el mero hecho de judía, y ahora se siente a sus anchas en el país que considera el suyo. Y que lo es, en el pleno sentido de la palabra, y con no poco orgullo. Desde luego, que es el blanco de sus críticas. Y cómo se lo reprocha… por todo y por todos. Parece ser que cuando tenemos un ser querido, quisiéramos que fuera perfecto. Y nadie lo es. Mucho menos este diminuto país que nos tiene revueltos de la mañana a la noche, con sobresaltos casi cada media hora. Y con tantas cosas que enmendar… Pero volviendo a lo que dije: Abres el periódico y ves la noticia. “Cuenta saldada” dice un titular. “Los agarramos”, escribe el otro. Y todos coinciden en señalar: ”Fue un operativo realizado a la maravilla”. Cuatro comentaristas opinan sobre el caso en la portada del Yediot: Nahum Barnea: “Ningún Gobierno israelí no hubiera podido permitir que esa banda dejara de estar recluida”. Alex Fishman: “Tenemos todo el derecho de sentirnos orgullosos”. Sever Plotzker: “Advertencia al Hamas: No vayan a jugar con nosotros”, y Sima Kadmon: “Un operativo bien hecho, cuya legitimidad no se pone en tela de juicio”. El Maariv nos trae la opinión de la viuda, Yael Zeevi: “Estuve rezando todo el día para que ningún soldado sufriera siquiera un rasguño… que todos volvieran sanos y salvos… Ahora mi esposo podrá descansar en paz”. Otros articulistas se muestran igualmente satisfechos, y Amit Cohen escribe desde Jericó: “El Hamas se calla”, algo que fue señalado anoche con particular vigor por Ehud Yaari, el experto de asuntos árabes del Canal Dos. Pero la noticia también ha tenido un amplio eco en el exterior: de hecho, es la noticia del día. Por ejemplo el Periodista Digital de hoy escribe, entre otras cosas, “Ha sido un golpe espectacular, una de esas operaciones que han hecho míticos a los comandos israelíes”. Al final me encuentro con consignas tales como “Bravo Israel”, “Ojalá nosotros obrásemos de ese modo”, “Israel nos da una buena lección cómo hacer frente a terroristas”, “Israel sabe defender a su gente”. Claro que también hay opiniones adversas; desde luego, nunca faltan anti-israelíes, o antisemitas, como quiera se los denomine. Pero claro, hay quienes no pueden aceptar lo que hace Israel. De ningún modo y bajo ningún concepto. Por ejemplo el corresponsal de La Vanguardia en Beirut, Tomás Alcoverro, un enamorado de los usos y costumbre del Oriente. De vez en cuando viene a Israel, pero ni siquiera repara en el país moderno al que ha llegado, solo tiene ojos para ver el misterio de la callejuelas de la Ciudad Vieja de Jerusalem con sus típicos bazares árabes, (desde luego sin distinguir la mugre ni escuchar el ensordecedor barullo), y los claustros de las iglesias en Ein Karem, en donde muchas veces germinan pasiones antisemitas. Le interesa particularmente la estrechez de los cristianos viviendo bajo el dominio israelí. Y teniendo en cuenta lo que antecede, no es de extrañar que en la crónica que escribe hoy en ese diario catalán nos diga que “Israel se toma la justicia por su mano”. Nos dice que le duele que “el placentero oasis de Jericó… se convirtió en un paraje de humaredas”, para llevarse a “Ahmed Sadat, flamante diputado del Frente Popular de liberación de Palestina”. Asimismo parece que mucho le molesta que tanto él como los demás tuvieron que despojarse de sus ropas. De ese modo insinúa en la brutalidad de los israelíes; se olvida convenientemente aclarar que fueron obligados a desnudarse los primeros que salieron, temiendo que fueran terroristas suicidas. En cuanto a los demás, como son criminales, no tuvieron que desnudarse. Si se mataban, nos hubieran hecho un favor. Pero bien se sabía que ellos no son los que se suicidan, sino solamente quienes envían a otros ingenuos a hacerlo. Por eso ninguno de los capos tuvo que despojarse de sus ropas al entregarse, como bien lo pudimos ver anoche en los reportajes de la tele. Una pequeña pero significativa aclaración para el distinguido hombre de prensa. Y ya que hablamos de La Vanguardia: sorprende el carácter del editorial del director del diario, José Antich. No se trata de “un indigno acto electoralista”, como lo intitula el periodista catalán. No señor, en Israel no se juega con la seguridad de los ciudadanos de este país. Se hace justicia para que nadie se atreva levantar la mano contra NOSOTROS. Lo que es algo muy diferente.
Hay pocas veces que cuando hemos leido un artículo nos hemos sentido tan plenamente identificados con lo que dice y que refleje tan bien el espiritu de nuestra página. Por dicha razón, este artículo escrito por nuestro amigo y colaborador Moshé Yanai hoy nos representa a todos y a todas en nuestro Editorial.
Muchas gracias Moshé por decirlo tan claro... déjanos que nosotros lo repitamos más alto.
¡¡¡TODÁ RABÁ!!!
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